lunes, 29 de septiembre de 2008

IV ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES DE SAN JUAN

PÀ QUE ESCRIBAN LOS MUCHACHOS

7 comentarios:

Unknown dijo...

Ya de regreso en mi ciudad aprovecho para escribir sobre este Encuentro, con el que he quedado maravillada y por varios motivos. En principio porque ha sido para mi el primero al que pude asistir, en segundo lugar, he tenido la gran oportunidad de verme rodeada de gente con un nivel intelectual muy importante, de quienes he aprendido no solamente mucho sobre letras, sino de distintas disciplinas. En otro orden, la relación directa con los niños de las escuelas y con los habitantes del lugar, han sido para mi una experiencia inigualable.
Mi enorme deseo es que el año próximo nos podamos encontrar nuevamente en esa provincia tan hospitalaria y amable.
Ana María Parlamento

Luis Holgado dijo...

En busca del arte social
Ponencia de Luis Holgado
Omar Gasparini es un vecino de La Boca que desde hace más de 30 años trabaja con y para el barrio. Además de poner colores a muchas de sus esquinas, peleó y pelea junto a otros vecinos para reconstruir las redes de solidaridad que destruyeron la dictadura y el menemismo.
Gasparini es uno de los artistas de La Boca. Tal vez uno de los más prolíficos hijos adoptivos del barrio. Nació en Azul, donde creció jugando con monigotes de ramas y barro, y llegó al barrio casi por casualidad. La escuela de arte le quedaba demasiado lejos de la casa que alquilaba con varios amigos en Ramos Mejía y otro amigo le ofreció compartir un sótano/taller cerca de la ribera. Vino en 1969 y no se pudo ir más. Quedó atrapado por los conventillos, Quinquela Martín, la historia de los viejos socialistas, la solidaridad que hizo fuerte al barrio y que está volviendo a recuperarse. “Ahora que tengo mi casa en Avellaneda ya no duermo más en La Boca”, aclara para que no queden dudas sobre su identidad. Ese tema, la identidad, es uno de los motivos que lo sacuden a la hora de crear.

Sin lugar a dudas, por siempre el arte, ha estado ligado y es social por excelencia, comencé está ponencia, con la mención de unos de los artistas, menos conocidos para el País en general, pero sin lugar a dudas uno de los mejores exponentes, que demuestra claramente que el arte, estuvo, está y estará fuertemente ligado con la problemática social.
En este trabajo, no puedo dejar de mencionar a la nueva cultura Polaca, donde las distintas disciplinas y fundamentalmente la literatura y el teatro no son ajenos a la realidad, encarando desde hace décadas, temas como los problemas de la fe, la iglesia, el sexo e incluso, el uso de las normas sociales. La ligadura no es nueva.

Grzegorz Kowalski

Polaco escultor, artista de performance, creador de instalaciones, educador, ensayista y crítico de arte. Tuvo su debut en solitario en 1968 con la instalación "Kieszen" / "Pocket", en la Galería Foksal en Varsovia, muestra que desnudaba el escollo social de su época. Poco después sufrió una crisis de confianza y la perdió, creía fervientemente en el poder del arte para influir en los procesos sociales. A lo largo de su segundo período (1972-1980) Kowalski siguió vinculado principalmente con la misma problemática, aduciendo que el artista encuentra las condiciones apropiadas para, según afirma, "ejercitar la práctica de la libertad" en el rostro de la censura y la opresión política que reinaba en su País.
No podemos olvidar a uno de los grupos latinoamericanos de mayor peso, nacido el siglo pasado, me refiero al Grupo Montparnasse. Colectivo artístico chileno formado en 1922 por pintores influenciados por la tendencia postimpresionista europea, y sobre todo por el fauvismo. El grupo tomó el nombre del barrio parisino de Montparnasse (centro social de las vanguardias artísticas), después de un viaje a Francia que realizaron en conjunto sus integrantes. Durante la estadía conocieron a Juan Gris y participaron en el Salón de Otoño de París. Además absorbieron en menor medida otras tendencias, como el expresionismo y el cubismo. El grupo manifestaba de plano su rechazo al arte academicista y el criollismo romántico que se imponía en Chile por aquel tiempo. O sin alejarnos tanto de nuestra cotideaneidad, Adhemar Bianchi y su grupo Catalinas Sur, trabaja con los vecinos en la elaboración del texto y de la puesta. Fue invitado a difundir su método en Misiones y en Washington.
Entre los espectáculos que más impactaron están Venimos de muy lejos (1990) y El fulgor argentino (1998). Para el primero se realizó un largo trabajo de investigación con hijos y nietos de inmigrantes, muchos de los cuales se convirtieron en los protagonistas de sus propias historias. El fulgor argentino es una cabalgata del siglo XX sobre la política, sus luces y sombras, donde se mezclaron estilos y géneros. Los dos títulos tuvieron tan buena acogida que ambos se reestrenan periódicamente.
Según Bianchi, hay un gran prejuicio sobre las tradiciones populares: "Desaparecieron la murga, la revista, el candombe, los sainetes, el circo. Pero nosotros las adaptamos y sentimos que estaban vivas, que se podían volver a mezclar con otras formas del teatro popular aún vigentes”.
El fenómeno generado por el Grupo Catalinas Sur se expandió por el interior y el exterior. En Oberá, Posadas y El Dorado (Misiones), Bianchi realizó seminarios y puestas teatrales, donde abordó el tema de la inmigración en clave regional. Y el año pasado fue invitado a Washington, Estados Unidos, por el grupo hispano Gala, donde puso en marcha una obra sobre las vicisitudes de los habitantes de barrios con predominio de población latinoamericana. También la fotografía tiene lo suyo. El debate recién pieza en la Argentina. Para algunos son difusos sus límites con la pintura, el grabado y otras formas de arte. Para otros, aunque la fotografía haya invadido los museos y galerías, su interés principal sigue siendo el registro y la documentación fiel de la realidad.
Afirma Diego Marinelli, fotógrafo de Clarín:
"La fotografía es un lenguaje que estableció sus leyes y su forma de narrar a fines del siglo XIX y se perfeccionó a lo largo del siglo XX", afirma Eduardo Grossman, fotógrafo perteneciente a la generación que en los años 70 rompió con los patrones del fotoclub de aficionados para abrir camino a la fotografía de elaboración autoral y comprometida con el contexto social y político. "Desde su mismo nacimiento —continúa Grossman— convivieron las tendencias vinculadas con el documentalismo y el retrato de la problemática social con las relacionadas con las artes plásticas y el pictorialismo.
Desde el taller de teatro de la Casa del Pueblo de La Plata, Taller de teatro de la UNLP, el Teatro comunitario de Berisso, venimos desde hace años, trabajando con un grupo de docentes y artistas vinculados al teatro, el cine y la literatura y con diversas organizaciones en distintas provincias de la República Argentina, con el objetivo de generar transformaciones sociales a través del lenguaje artístico.
Para este proyecto proponemos encuentros de Teatro en forma de espectáculo y de taller. Donde se trata de abordar la escenificación de conflictos a través de una dinámica que invita a actuar y hacer actuar alternativas de cambio en escena; generando así un debate y una problematización conjunta, que pretende constituirse como un ensayo de nuestro actuar / hacer en la vida cotidiana.
Procuramos que el lenguaje teatral nos permita pensar y pensarnos de otra manera. Desde las primeras iniciativas, el grupo fue variando, creciendo y multiplicando sus objetivos y tareas, sin perder nunca de vista la búsqueda de estrategias para enfrentar responsablemente, y de modo integral, la alarmante desigualdad económico-social que reina entre las zonas urbanas, suburbanas y rurales de nuestro país. Todo ello, desde la plena conciencia de que la educación es la base de los cambios a futuro y que el arte, lejos de ser un privilegio, debe constituirse como un lenguaje a través del cual buscar alternativas, combatir el aislamiento y el sin-sentido. En busca de las carencias materiales y simbólicas.

Luis Holgado dijo...

PONENCIA de Ana Maria Parlamento

La realidad del escritor y la imaginación del creador

Existe una creencia, dentro de la gente que aún no se ha lanzado a la maravillosa aventura literaria, de que un escritor de pronto, siente algo especial, algo así como una llamada celestial que lo guía hasta la computadora o hasta la mesa del escritorio y, como si cayera el maná del cielo, fluyen sobre él los efluvios de la tan mentada y envidiada “musa inspiradora”. Entonces, escribe sin parar, hasta finalizar con un cuento de –al menos- 300 páginas. Tratándose además de una obra perfecta, increíble, de la que solamente, puede ser capaz ESE ser elegido por el Supremo, para otorgarle el don especial de la escritura. Nada más alejado de la realidad, ya que, los que aman las letras, saben muy bien que escribir es difícil, que lleva mucho tiempo, desilusiones, fracasos, borroneos y por ahí… una gran alegría.
Pero, de todos modos, de lo que queda plasmado en la obra ¿cuánto es imaginación, cuánto realidad y en qué medida esos textos no han sido influidos por los de otros autores?
La protagonista de un libro muy popular en los años ´70: “Diario de una drogadicta”, una adolescente de 16 años, decía lo mucho que amaba la lectura y que no sabía, cuántos de sus conocimientos habían sido logrados por sí sola y cuántos, los debía a los autores de los textos que habían llegado a sus manos.
Hay una línea invisible, imperceptible y permisiva que obra la magia literaria. Poesías, cuentos, novelas, cargadas de ¿fantasía o vivencias propias?
Alguien dijo: ¿“A dónde puedo ir sin que vaya yo”? ¡Qué frase pequeña, pero enorme en su sentido!, porque es prácticamente imposible desprenderse de uno mismo, de su pasado, de sus deseos, proyectos, anhelos o frustraciones y, así como en los sueños un individuo puede convertir en realidad hasta lo más utópico, el escritor, aun en forma inconsciente, deja traslucir en el papel, datos de su vida, por lo general sumamente importantes e interesantes.
El papel y la lapicera para el escritor, pueden asemejarse al diván del psicoanalista, debido a que si todos, tengan o no inclinación por las letras, diariamente (de ahí la existencia del “Diario íntimo”) escribieran sus alegrías o pesares, observarían con sorpresa que se sienten aliviados. ¿Es magia? No; lo que ocurre es que al ver reflejado en el papel el problema que los aqueja, es ésta una forma de hacerlo consciente, de conocerlo, analizarlo, desmenuzarlo y tratar de solucionarlo.
Otro tema no menos importante son los sueños. Se suele decir: “tuve un sueño tan loco o tan absurdo”. Aunque tengan ellos características kafkianas, ionescas, o las que fueren, son una enorme fuente de la que el creador puede abrevar, para hacer una obra literaria.
Gabriel García Márquez, que no en vano fue Premio Nobel en 1982 por su obra “Cien años de soledad”, en varias oportunidades ha dicho, que muchos cuentos suyos surgieron de sueños y la gran mayoría, de la vida misma, tal el caso de “El amor en los tiempos del cólera”, que refleja la historia de sus abuelos, o su genial pueblo Macondo, al que recurre con tanta asiduidad, que es ni más ni menos que Aracataca, su lugar de nacimiento; un pueblo triste, paupérrimo, árido, abúlico que, gracias al encantamiento que le imprimió por el autor, quedó transformado en un lugar de ensueño, en el que todo es posible. Otro libro relacionado con los sueños es precisamente: “Me alquilo para soñar”, con su recorrido por el universo onírico de Alma, la protagonista de tan extraña profesión.
Dijo el colombiano una vez en una entrevista: “la gente sólo muere para siempre en la vida real. En la literatura uno puede hacer lo que le dé la gana. Si para eso se inventó, para uno poder desahogar todos sus deseos”.
El escritor argentino Adolfo Bioy Casares, de quien podemos decir que su obra cumbre ha sido “La invención de Morel”, si la analizamos, bien podría haber surgido de un sueño. Máxime si la comparamos con otra obra suya, tan dispar como es “Diario de la guerra del cerdo”, que parecen cuentos escritos por dos personas diferentes. De la segunda podríamos decir que es el reflejo de una persona que, acercándose a la vejez, manifiesta de esta forma sus temores al rechazo por parte de la juventud y en definitiva, a la muerte.
Lo importante son los pensamientos propios del autor, que pueden resultar hirientes o agresivos, pero cuando tienen condimentos propios, permiten al lector y mucho más a los especialistas, conocer profundamente al escritor a través de su obra.
Mario Vargas Llosa, tiene una libido siempre presente en los textos que escribe y seguramente, se nutre de sus deseos para plasmarlos en el papel. “La tía Julia y el escribidor” es el relato de parte de su vida. “Los cuadernos de Don Rigoberto” son la prueba casi cabal de lo dicho supra. En su obra “Pantaleón y las visitadoras”, hay mucho de imaginación, como así también de picardía libidinosamente sana.
Pasando a otras fuentes de inspiración, podemos citar a la realidad. Utilizando este elemento que se nos brinda día a día, cargado del material doloroso (a veces) y valioso siempre para escribir, se puede hacer alusión al libro más importante de Truman Capote, que marcó el inicio del movimiento que se llamó “El nuevo Periodismo”, éste es “A sangre fría”; el relato duro y detallado del asesinato, por parte de dos jóvenes adictos al alcohol y a las drogas, de una familia de campesinos en Estados Unidos en la década del ´50. La elaboración de este libro le insumió a Capote, horas de entrevistas con los autores del hecho. Luego con un condimento de imaginación, como para unir el resto de los elementos, logró este libro que es sinónimo de su nombre y en el que se basan los estudiantes de Periodismo para entender el nacimiento del cambio en esta disciplina, que tan bien describe Tom Wolff en su libro sobre este tema (el del nuevo periodismo o de una forma nueva de hacerlo).
Así como al principio decíamos que el artista no puede desprenderse de sí mismo frente a su obra, es también difícil que no deje traslucir su ideología política o religiosa. ¿Está bien, está mal? No se puede juzgar, máxime teniendo en cuenta que todo es posible para la literatura. Desde lo más lógico hasta lo más absurdo. El escritor se desprende de su carga, como si fuera un gran bagaje y es, en definitiva, el lector quien acepta o no lo que lee.
Hay escritores que tienen magia positiva o negativa. Entre tantos, Federico Andahazi, amado y odiado. Este autor, generalmente controvertido por su lenguaje muy osado, por las descripciones exhaustivas de todo lo referente al sexo, no escribe porque sí cualquier procacidad, muy por el contrario, si bien su estilo a algunos les puede resultar fuerte, estudia muchísimo la historia universal, como así también las ciencias médicas, para luego escribir un libro que, para sorpresa de sus detractores, siempre es premiado.
Como corolario, las palabras de uno de los autores nombrados, Mario Vargas Llosa del libro “Cartas a un novelista”: “El escritor siente íntimamente que escribir es lo mejor que puede pasarle, pues escribir significa para él la mejor manera posible de vivir”.

Luis Holgado dijo...

El poeta y la crítica

Ponencia de Bibi Albert

Difícil referirse a este tema sin parecer que se sangra por la herida, por lo menos si quien se expresa -que sí lee y escribe- está fuera del círculo áulico de los poetas consagrados no se sabe muy bien por quién ni cuándo pero allí están, en el olimpo de la solemnidad y lo academicista.

Desde luego que muchos de ellos tienen los valores necesarios. Pero muchísimos otros no. Y de eso da buena cuenta el suplemento cultural de La Nación, cuando sistemáticamente publica poemas inabordables pero, eso sí, de poetas encumbrados y amigos de quien tuviera a cargo la selección.

Inabordables por lo distantes. Por la distancia premeditada que busca esta elite, cosa de que si no me entienden mejor porque eso me hace más léido, más culto, más prócer. Los que no tienen léxico, que se queden afuera, no importa si tienen un alma sensible, porque quién dijo que la poesía es para almas sensibles: una cursilería total. No, la poesía es lustre y sólo lustre.

Y así va la cosa. Escritores que escriben para escritores. Poetas que experimentan con diagramaciones locas y performances para mostrarse modernos. Séquito de críticos que no se asoma a nada nuevo (nuevo de desconocido, no nuevo de novedoso, y excepción hecha de especialistas como María Adela Bernard, quien desde su columna de La Prensa se tomaba el trabajo de leer y comentar cuanto libro de poetas nuevos le llegaba), porque por el camino de los nombres que pesan no hay riesgo de equivocarse y además porque hay que quedar bien con esta gente.

Lobby, que le dicen. ¿Lobby estás? "Me estoy poniendo las orejeras...", parecerían contestar del otro lado de la infranqueable puerta.

No importa si, al cabo del poema, el lector, o el crítico en este caso, no sabe de qué se habló, cuál era la idea central, qué contó o qué reveló o que quiso compartir, si queda algún gusto en la boca, si algo resuena, si encuentra eco. Vocablos inaccesibles trenzados con conceptos crípticos, títulos esculpidos en ónix, acápites que mejor si son griegos o franceses. Todo olvidable. Todo lejos. Todo ajeno y postizo. Vacío de vida.

Hasta Borges, a quien le costaba mucho esfuerzo no hacer gala de su erudición, inculcaba la obligación de los escritores en cuanto a escribir sencillo. Neruda escribía sencillo, y gracias a eso sigue nutriendo y confortando a la humanidad, aunque los críticos, claro está, difícilmente lo rescatan y lo conmemoran. ¿Y qué decir de Vallejo, cuyos horrores de ortografía siguen vigentes, de reedición en reedición? Seguramente, los críticos habrán defenestrado su desangrarse escribiendo, pobre e inculto cholo, sin reparar en que nadie tan gigantesco poeta como él.

Me acuerdo de una vez en que llegué segundo premio a un certamen (váyase a saber por qué extraña conjunción o diferencia de votos), y compartí estrado con un señor, el primer premio, que habló desde la cumbre del Everest poético y dijo que esperaba que sus poemas pudieran ayudar a esa gente a que se refería –los carenciados-, cuya sufrida existencia él tenía la suerte de no conocer en carne propia.

Ridiculeces aparte -como la de suponer que esa gente objeto de sus poemas pudiera tener acceso a semejante libro-, obviamente, cuando me tocó a mí decir unas palabras, no pude evitar el sarcasmo de exclamar: ¡admirable la habilidad de Fulano de Tal (por suerte olvidé su nombre) que puede escribir como un mero observador, regalando su compasión, cuando yo sólo puedo hablar de lo que siento, convencida, por otra parte, de que no soy única, porque eso que siento, aunque lo exprese con mis propias imágenes, es lo que sienten todos!

La cuestión es que más allá o más acá del mérito o el no mérito, quienes escribimos con las tripas en vez de con la cabeza (o biológicamente, como dice mi amigo -enorme poeta- Oscar Corbacho) andamos, con la tenacidad de las hormigas, por los vericuetos de un país escondido -éste, el mismo, pero por debajo, como los erks, y como ellos tan a la luz de los que saben ver-, escribiendo la historia de los sentimientos legítimos. Y por supuesto que no me refiero exclusivamente al amor, o por lo menos no al amor de a dos, o de a tres, aunque también. Y en muchos casos con tanto léxico como los que más, pero con la decisión de no usarlo, para no estar lejos de quienes necesitan cyranos para dar cauce al grito de sus propias almas.

¿Qué pasa, entonces, dadas las circunstancias, con los libros que se editan a pulmón, con un esfuerzo enorme, por la sola e imperiosa necesidad de exorcisar demonios compartiendo desnudeces? ¿O con los que trajinan sus poemas por los cafés literarios con micrófono abierto, porque no encuentran otro espacio para darse a conocer, y se aferran, entonces, a sus tres minutos de minúscula gloria?

Hay de todo, es cierto. Pescar poetas con mediomundo es saber que se obtendrán magníficos ejemplares junto con señoras que van a talleres de poesía como podrían ir a los de ikebana o tejido, con caballeros medievales y con románticos o románticas de ésos de fondant, voladitos y violines.

¿Pero quién es nadie para decir que no tienen derecho? Siempre está, como en todos los órdenes, la posibilidad de elegir. Esto me gusta, esto no me gusta. Y esa elección, en el caso específico de la poesía, tiene, debe, pasar por la estética (por así llamarla) de la emoción, por la comunión, por datos elocuentes como el silencio de la escucha, por la piel de gallina.

Un poeta que me deslumbró recientemente, Gabriel Sánchez Sorondo, publicó un libro que se llama “El tambor de Waits”, con buena distribución en librerías. Es de rima y métrica libres, pero eso es sólo un dato acerca de la forma. Lo que importa no es eso, sino su voz, entre arrabalera y aristocrática, que crea un vínculo especial, una proximidad visceral, un descubrimiento de sensaciones propias espejadas en un cristal de oscura y doliente luminosidad.

La Nación le dio lugar, seguramente por portación de apellido. Pero qué dijo. Que Gabriel Sánchez Sorondo mostraba un buen manejo de los endecasílabos. O sea, el crítico jamás leyó el libro. Solamente cumplió con el pedido de comentarlo. ¿Y a quién le sirve ese comentario? Además, aunque fuera cierto que el libro es en endecasílabos, ¿qué me dice eso del contenido? ¿A quién le importa? ¿Cómo puede eso mover a la compra o al descarte, o inscribir a un escritor en los anales de la literatura?

¿Qué juzgan los críticos? ¿Y desde dónde? ¿Con qué autoridad? Personalmente creo que la del crítico es la profesión más inútil del mundo. Es la de quien vive del talento ajeno, con el único título de ser un intenso lector, o un fanático del cine, o un infaltable de las vernisages: una lapa, bah.

Buen manejo del lenguaje, dicen. O surrealismo en las metáforas. O linealidad. O evidentemente influido por fulano o por mengano. O bien editado. Un libro que es un agradable objeto.

¿Y la sangre? ¿Y el strip tease de venas y latidos? ¿Y la exaltación, el dolor, el goce, la mirada social, la denuncia, la revelación, el perdón, la locura, el duelo, el homenaje, la furia, el suicidio, la gratitud?

Desde luego que existen, como en todo, casilleros básicos a completar. Como los del buen gusto, la originalidad, la sutileza, la profundidad, el vuelo. Pero, ¿la medida del verso, la figurita en colores de la tapa?… ¡Eso es sólo parte de una ficha técnica!

La crítica es, entre otros factores, responsable de que los libros de poemas estén en los últimos y más altos estantes de las librerías, y de que nunca sean, ni en la semana de su lanzamiento, parte de las vidrieras. La crítica nunca dice: este libro es un espejo de todas las almas, usted se sentirá menos solo leyéndolo, este poeta es usted mismo con otra voz, asómese a la profundidad de este mensaje.

¿No son los mejores libros de autoayuda, los libros de poemas? ¿Cómo es que es más popular Bucay que Benedetti, que Salinas, que Juarroz, que Pizarnik, que Alberti?

Voto por que los críticos se pongan a escribir, y a ver qué pasa. Voto por que los suplementos culturales reproduzcan fragmentos de poemas, y hagan comentarios que tengan que ver con el temario, con la accesibilidad, con la emoción. Voto por que la poesía se juzgue o se recomiende según su posibilidad de llegar a la gente común, y no a los otros escritores.

O sea, por que vuelva a ser lo que fue en sus orígenes: un canto o un lamento a compartir, una exteriorización de los sentimientos y los pensamientos, una emergencia del alma buscando espejos.

Luis Holgado dijo...

La realidad del escritor y la imaginación del creador

por Gregorio Angelcos

El escritor se caracteriza por observar su realidad desde un prisma personal, que posibilita que las miradas objetivas de un contexto social, casi homogéneas, y determinadas por parámetros culturales provenientes de las industrias culturales en la modernidad, se subviertan, a través del conjunto de subjetividades que es capaz de representar con elementos simbólicos, interpretativos de los fenómenos reales, pero reconstruidos en su proceso de creación de un texto, donde configura una realidad distinta a la funcional; profundizando en el diseño de sus imágenes, elementos que conforman su entorno, y del cual no tienen conciencia aquellos que masivamente deambulan mecánicamente, en dinámicas aprendidas que se repiten como rutinas ciegas que niegan su condición esencial de ser.
Factores como la pobreza material, o las diferentes miserias humanas que se expresan como degradación de lo valórico, son algunos antecedentes esenciales que estimulan la necesidad de escribir, convirtiendo al narrador en un sujeto activo que reacciona críticamente y se rebela frente al devenir condicionado por las lógicas imperantes desde el poder.
Así construye su propia realidad, una sólida realidad disfuncional conducente a negar lo establecido, abogando por la construcción de ideales que trasciendan las limitaciones en las que subsiste el sujeto cotidiano. El escritor describe, devela y apela a través del lenguaje para romper el círculo que advierte que encarcela su realidad, bregando por abrirlo hacia otras formas de convivencia donde se expresen con mayor plenitud sus intenciones de libertad, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Un clásico en esta línea de reflexión es La Metamorfosis de Frank Kafka, dentro de esta novela, el personaje Gregorio Samsa siente que su cuerpo experimenta mutaciones regresivas, que lo disminuyen en su condición humana hasta quedar convertido en insecto.
Kafka mira su realidad y la de los de su entorno, comprendiendo la deshumanización y la subordinación del hombre en una realidad que está concebida para limitarlo, son las propias relaciones humanas del período, las normas que regulan su vida, los miedos internos del hombre, los que lo van induciendo por un túnel oscuro donde sus capacidades se ven castradas, y lentamente, va perdiendo sus facultades esenciales que lo identifican, tales como su inteligencia, su potencialidad creadora, su capacidad de manipulación y transformación de la materia, y al ir perdiendo gradualmente estas facultades se encuentra inhabilitado para avanzar progresivamente, situándose en una condición inferior: la de un insecto que produce repelencia por sus dimensiones y su nueva morfología, que asusta a sus pares quienes reaccionan con violencia para destruirlo.
Hay en esta representación, por una parte, una denuncia, y por la otra, una representación simbólica de un sujeto tipo que renuncia a su condición, perdiendo el valor indispensable de luchar para enfrentar la vida, convirtiéndose en un ser vivo de condición categóricamente inferior.
La interpretación de la autodestrucción está representada por la metamorfosis, y por tanto, a partir de esta idea, se puede establecer el vínculo entre el escritor, la realidad que describe con su rol como creador haciendo uso de su imaginario.
Porque la imaginación es el ejercicio de abstracción de la realidad actual, supuesto en el cual se da solución a necesidades, deseos o preferencias. Las soluciones pueden ser más o menos realistas, en función de lo razonable que sea lo imaginado. Si es perfectamente trazable, entonces recibe el nombre de inferencia; si no lo es, entonces recibe el nombre de fantasía.
Crear es imaginar desde el hecho objetivo modificándolo en su verdad objetiva, tanto conceptual como morfológicamente, para darle una fisonomía literaria que lo establece en un contexto de ficción, a veces morigerando lo descrito, y en otras, radicalizando la situación para provocar un impacto psicológico en el sujeto que recibe el mensaje.
A veces los códigos son cerrados y por tanto el autor “dice sin decir” lo que es necesario hacer comprender al lector, en forma descarnada y brutal, para que exista una identidad comunicacional entre ambos. Es un intento de rehabilitación de la conciencia de un sujeto dormido por los elementos conceptuales y fácticos que dominan su intelecto.
De esta manera, el factor creativo implica una subversión de lo coherente y formal, transformándose, en lo incoherente o irracional a toda mente objetiva, pero que es necesario y esencial en todo proceso de lo imaginado, donde una idea puede alterar el orden de los factores, para concebir nuevos elementos proclives al imaginario de una inteligencia que es disfuncional a todo ejercicio matemático o físico.
En algunas oportunidades la creación puede constituirse en un mito, en un dogma, o en una utopía. Pero estos tres conceptos forman parte del pensamiento especulativo del hombre en la búsqueda constante por trascender, por tanto son legítimos porque siempre van más allá de las estructuras funcionales y las instalaciones tecnológicas, que reemplazan al hombre en funciones mecánicas, pero que al no estar dotadas de una inteligencia libre y subjetiva, actúan contextualmente en el tiempo, para resolver lo que fue programado electrónicamente en su “cerebro” (siempre carente de neuronas).
Por tanto la función creativa y la transformación de la realidad en ficción solo es posible, en un proceso de conjunción neuronal, donde un sujeto es capaz de inventar una utopía como Tomás Moro, o pensar el socialismo en abstracción como los socialistas utópicos, haciendo una predicción de un futuro ideal, o crear una novela como la de Kafka donde el hombre se convierte en un insecto.
Pero a veces la realidad es más fuerte que la ficción, sin ir más lejos, ayer caminando por la Plaza de Armas de Santiago, vi como tres insectos se convertían en seres humanos, se ajustaban un traje y una corbata en una tienda comercial, y luego ingresaban a La Moneda para dirigir los destinos de Chile y los chilenos. Simplemente sorprendente.

Luis Holgado dijo...

La realidad del escritor y la imaginación del creador

por Gregorio Angelcos

El escritor se caracteriza por observar su realidad desde un prisma personal, que posibilita que las miradas objetivas de un contexto social, casi homogéneas, y determinadas por parámetros culturales provenientes de las industrias culturales en la modernidad, se subviertan, a través del conjunto de subjetividades que es capaz de representar con elementos simbólicos, interpretativos de los fenómenos reales, pero reconstruidos en su proceso de creación de un texto, donde configura una realidad distinta a la funcional; profundizando en el diseño de sus imágenes, elementos que conforman su entorno, y del cual no tienen conciencia aquellos que masivamente deambulan mecánicamente, en dinámicas aprendidas que se repiten como rutinas ciegas que niegan su condición esencial de ser.
Factores como la pobreza material, o las diferentes miserias humanas que se expresan como degradación de lo valórico, son algunos antecedentes esenciales que estimulan la necesidad de escribir, convirtiendo al narrador en un sujeto activo que reacciona críticamente y se rebela frente al devenir condicionado por las lógicas imperantes desde el poder.
Así construye su propia realidad, una sólida realidad disfuncional conducente a negar lo establecido, abogando por la construcción de ideales que trasciendan las limitaciones en las que subsiste el sujeto cotidiano. El escritor describe, devela y apela a través del lenguaje para romper el círculo que advierte que encarcela su realidad, bregando por abrirlo hacia otras formas de convivencia donde se expresen con mayor plenitud sus intenciones de libertad, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Un clásico en esta línea de reflexión es La Metamorfosis de Frank Kafka, dentro de esta novela, el personaje Gregorio Samsa siente que su cuerpo experimenta mutaciones regresivas, que lo disminuyen en su condición humana hasta quedar convertido en insecto.
Kafka mira su realidad y la de los de su entorno, comprendiendo la deshumanización y la subordinación del hombre en una realidad que está concebida para limitarlo, son las propias relaciones humanas del período, las normas que regulan su vida, los miedos internos del hombre, los que lo van induciendo por un túnel oscuro donde sus capacidades se ven castradas, y lentamente, va perdiendo sus facultades esenciales que lo identifican, tales como su inteligencia, su potencialidad creadora, su capacidad de manipulación y transformación de la materia, y al ir perdiendo gradualmente estas facultades se encuentra inhabilitado para avanzar progresivamente, situándose en una condición inferior: la de un insecto que produce repelencia por sus dimensiones y su nueva morfología, que asusta a sus pares quienes reaccionan con violencia para destruirlo.
Hay en esta representación, por una parte, una denuncia, y por la otra, una representación simbólica de un sujeto tipo que renuncia a su condición, perdiendo el valor indispensable de luchar para enfrentar la vida, convirtiéndose en un ser vivo de condición categóricamente inferior.
La interpretación de la autodestrucción está representada por la metamorfosis, y por tanto, a partir de esta idea, se puede establecer el vínculo entre el escritor, la realidad que describe con su rol como creador haciendo uso de su imaginario.
Porque la imaginación es el ejercicio de abstracción de la realidad actual, supuesto en el cual se da solución a necesidades, deseos o preferencias. Las soluciones pueden ser más o menos realistas, en función de lo razonable que sea lo imaginado. Si es perfectamente trazable, entonces recibe el nombre de inferencia; si no lo es, entonces recibe el nombre de fantasía.
Crear es imaginar desde el hecho objetivo modificándolo en su verdad objetiva, tanto conceptual como morfológicamente, para darle una fisonomía literaria que lo establece en un contexto de ficción, a veces morigerando lo descrito, y en otras, radicalizando la situación para provocar un impacto psicológico en el sujeto que recibe el mensaje.
A veces los códigos son cerrados y por tanto el autor “dice sin decir” lo que es necesario hacer comprender al lector, en forma descarnada y brutal, para que exista una identidad comunicacional entre ambos. Es un intento de rehabilitación de la conciencia de un sujeto dormido por los elementos conceptuales y fácticos que dominan su intelecto.
De esta manera, el factor creativo implica una subversión de lo coherente y formal, transformándose, en lo incoherente o irracional a toda mente objetiva, pero que es necesario y esencial en todo proceso de lo imaginado, donde una idea puede alterar el orden de los factores, para concebir nuevos elementos proclives al imaginario de una inteligencia que es disfuncional a todo ejercicio matemático o físico.
En algunas oportunidades la creación puede constituirse en un mito, en un dogma, o en una utopía. Pero estos tres conceptos forman parte del pensamiento especulativo del hombre en la búsqueda constante por trascender, por tanto son legítimos porque siempre van más allá de las estructuras funcionales y las instalaciones tecnológicas, que reemplazan al hombre en funciones mecánicas, pero que al no estar dotadas de una inteligencia libre y subjetiva, actúan contextualmente en el tiempo, para resolver lo que fue programado electrónicamente en su “cerebro” (siempre carente de neuronas).
Por tanto la función creativa y la transformación de la realidad en ficción solo es posible, en un proceso de conjunción neuronal, donde un sujeto es capaz de inventar una utopía como Tomás Moro, o pensar el socialismo en abstracción como los socialistas utópicos, haciendo una predicción de un futuro ideal, o crear una novela como la de Kafka donde el hombre se convierte en un insecto.
Pero a veces la realidad es más fuerte que la ficción, sin ir más lejos, ayer caminando por la Plaza de Armas de Santiago, vi como tres insectos se convertían en seres humanos, se ajustaban un traje y una corbata en una tienda comercial, y luego ingresaban a La Moneda para dirigir los destinos de Chile y los chilenos. Simplemente sorprendente.

Luis Holgado dijo...

Alexandra Botto

TEMA : VINCULACIÓN CONSTANTE DEL ARTE CON LA PROBLEMÁTICA SOCIAL.

SUBTEMA

ANTES Y DESPUÉS DEL INVENTO DE LA IMPRENTA

“El Arte es el espejo de la Vida”, reza un viejo axioma.
Y aunque la obra literaria ha sido expresión legítima y testimonio a través de todas las épocas y convulsiones sociales, no dejó de estar sujeta al punto de vista personal y subjetivo del mundo interior de cada autor.

Un escritor reflejará siempre su propia experiencia y concepto de la vida , y ninguno abarcará totalmente los tiempos históricos que le toque vivir.
Las guerras, catástrofes, masacres, migraciones masivas y cambios en los mapas geográficos nos han sido comunes a la humanidad en general en cualquier era.

Para mí , el mundo debería dividirse para los escritores en antes y después de la invención de la imprenta, puesto que el acceso a la cultura y al sistema educativo como lo conocemos hoy es relativamente reciente en las sociedades actuales, lo cual nos debe hacer comprender hasta qué punto viene determinada la literatura por su marco social e histórico.

Si la literatura es la creación de la belleza por medio de la palabra y utiliza como medio el lenguaje, el cual es ya una creación social , entonces esto no significa que deba ser o no representativo de una determinada época, pero lo hace un testigo de acuerdo con el grado de integración que el creador tenga con el entorno que habita. Si hay inconformidad reflejará lógicamente esto también.

El antiguo escribano egipcio , en sus jeroglíficos, no dijo lo que él pensaba sino lo que aquéllos de más jerarquía le ordenaron narrar. Conocemos de las antiguas civilizaciones sus victorias y derrotas y de su comercio con otros pueblos por aquéllas castas sacerdotales privilegiadas que sabían escribir y leer en sus sociedades, y de naciones bárbaras por otras razas más ilustradas que nos hablaron de ellas.
Pero de la vida que realmente llevaban lo sabemos sólo por las ruinas que dejaron.

Reconocemos en la tradición oral la más antigua expresión de preservar la memoria en las sociedades primitivas y el valor fundamentalmente histórico del poema épico, que en cierto modo hace que literatura haga de la vida una representación simbólica de la misma.

En la Baja Edad Media los monasterios fueron refugio de una élite religiosa que sabía leer y escribir, conocimiento al que sólo accesaban los nobles de esos tiempos.


A decir verdad, entre los creadores literarios, los poetas realmente tuvieron un inicio burgés en las cortes reales y en las agrupaciones de artesanos, que en la época medieval se organizaron en verdaderos gremios poéticos y cultivaron la poesía como un arte.

Si los griegos tuvieron en la sátira una manera de realizar crítica social a los vicios y extravíos humanos, particularmente sobre sus gobernantes, podemos decir lo mismo del bufón en las cortes medievales.

Las obras de Shakespeare , los “Viajes de Gulliver ”( J. Swift ) e incluso la poesía de Federico García Lorca, han sido reinterpretados bajo la luz del entorno social y político en el que vivieron estos autores, lo que nos pone nuevamente de manifiesto el grado de involucramiento con la sociedad de un escritor en cierto tiempo y lugar.

Goya en su obra pictórica también reflejó la profunda depresión de una España saqueada e invadida por Francia.

Bob Dylan cuestionaba sobre la guerra ilegítima de Estados Unidos con Viet Nam en los 60’s del siglo pasado, Mario Bennedetti y el golpe de estado que vivió Uruguay en 1973 (“ Viento del Exilio ”,1981 ), por mencionar algunos, e incluso en nuestros días el graffiti también nos da prueba evidente de las distintas problemáticas planteadas por muy diversos frentes.

Un escritor experimenta la influencia de la sociedad e influye a su vez , lo cual depende de la clase de lector, pues es más impresionable una persona joven que una madura.

Puede tomarse la literatura a través de los siglos como un documento histórico por aquéllos cuadros sociales que se describen en ciertas obras-Lo que el Viento se llevó”( Margaret M), La Comedia Humana ( Balzac),la Rusia terrateniente del siglo XIX de Tolstoy, etcétera- porque siempre será el mundo según el autor en turno, lo que cada quien asigne al sentimiento amoroso, a la tragedia, a los negocios, a la muerte.


El arte, de acuerdo con su naturaleza, sus fuentes, su finalidad y su evolución por épocas, tendrá variedad de tendencias y de orientaciones en cualquier grupo de autores o artistas, añadiendo sus peculiares características de personalidad.

Los ejemplos pueden multiplicarse indefinidamente pero tenemos que recordar que hay importantes obras literarias que han tenido escasa relación con lo social, o ninguna.
Asi tenemos que la Literatura Social es un tipo y no es fundamental para la creación artística de la belleza en sí.

Alexandra Botto